La luna colgaba baja en el cielo oscuro, una linterna de plata que proyectaba su luz sobre un tranquilo pueblo anidado entre colinas ondulantes y densos bosques. Las estrellas brillaban en lo alto como granos de azúcar esparcidos, y una suave brisa llevaba el tenue aroma a pino y tierra fresca. Fue en una noche como esta que Elara, una curiosa niña de doce años con un corazón lleno de asombro, se encontró acostada sobre la suave hierba en su patio trasero. Su casa se encontraba al borde del bosque, y más allá de las copas de los árboles, podía ver la vasta extensión de los cielos. Elara siempre había sido diferente a los otros niños de su pueblo. Mientras ellos disfrutaban de juegos de atrapar y charlas bulliciosas, ella a menudo pasaba sus noches examinando viejos mapas, dibujando tierras imaginarias o escribiendo fragmentos de poesía. Sin embargo, su pasatiempo favorito era escuchar los susurros de la noche. Estaba convencida de que si escuchaba lo suficientemente cerca, podría oír al mundo contar sus secretos. Esa noche, mientras yacía de espaldas con los brazos extendidos como alas, cerró los ojos y dejó que el aire fresco de la noche la envolviera. El viento movía las hojas arriba, y por un momento, todo lo demás cayó en silencio. Luego, como si estuviera llevado por la brisa, escuchó una suave voz melódica, apenas más que un susurro.
"Elara," llamó, suave y acogedora. "¿Te gustaría ver las tierras lejanas que siempre has soñado?" Sus ojos se abrieron de golpe, y se sentó rápidamente, con el corazón latiendo en su pecho. Miró a su alrededor, pero no había nadie allí. Solo los árboles que se mecían y las estrellas que brillaban. Y aun así, la voz persistió, como si fuera parte del propio viento. "La noche tiene historias que contar," dijo. "¿Escucharás?" La curiosidad de Elara superó su aprensión. "Sí," susurró en la oscuridad. "Estoy escuchando. " El aire parecía brillar a su alrededor, y la voz continuó "Entonces cierra los ojos y deja que la noche te guíe. " Ella obedeció, volviendo a acostarse y cerrando los ojos con fuerza.
En el momento en que lo hizo, el mundo que la rodeaba cambió. La suave hierba bajo ella se convirtió en algo liso y fresco, y el suave susurro de las hojas se transformó en el suave vaivén del agua contra la orilla. Cuando volvió a abrir los ojos, Elara se encontró de pie en el borde de una vasta laguna iluminada por la luna. El agua era luminosa, brillando con una luz etérea, y extraños peces brillantes se movían bajo su superficie. Al otro lado de la laguna había un bosque de árboles tan altos que sus copas desaparecían en las nubes. Su corteza era plateada, y sus hojas brillaban débilmente, como si capturaran la luz de las estrellas. "¿Dónde estoy?" preguntó en voz alta, su voz resonando suavemente. "En la Tierra de los Espejos," respondió el susurro. "Un lugar donde el agua refleja no solo tu imagen, sino tus sueños y preguntas. Arrodíllate junto a la laguna y mírala, Elara. Te mostrará lo que necesitas ver.
" Intrigada, se arrodilló junto al borde del agua y miró dentro. Los peces brillantes nadaron lejos, dejando la superficie perfectamente tranquila. Luego, como si alguien hubiera pintado en el agua, apareció una imagen. Era un mapa, un antiguo y intrincado mapa con líneas enroscadas y símbolos delicados. En la parte superior del mapa, vio las palabras "El Camino de la Curiosidad. " Una línea punteada comenzaba en el borde de la laguna y se entrelazaba a través de varios lugares un desierto dorado, una ciudad de linternas flotantes, una biblioteca tallada en una montaña, y finalmente, un faro que se alzaba sobre un mar interminable. "Debes seguir el mapa," instruyó el susurro. "Cada lugar te enseñará algo nuevo. Cuando llegues al faro, entenderás por qué la noche te trajo aquí. " Elara asintió, su corazón palpitando de emoción. "¿Cómo llegaré allí?" "Confiando en ti misma y en el mundo que te rodea," respondió la voz.
"Ahora, da tu primer paso. " Tan pronto como las palabras se desvanecieron, apareció un pequeño bote de madera en el borde del agua. Sin dudarlo, Elara subió, y el bote comenzó a deslizarse suavemente a través de la laguna luminosa. El aire estaba lleno del suave murmullo de la noche, y Elara sintió una paz que nunca había conocido. Cuando el bote alcanzó el otro lado, ella pisó un camino bordeado de piedras plateadas. El primer lugar en el mapa, el desierto dorado, se encontraba adelante. A medida que caminaba, los árboles se hicieron más escasos, y el aire se volvió más cálido. Pronto, se encontró de pie en el borde de un vasto desierto, sus arenas brillando como oro en polvo bajo la luz de la luna. En el centro del desierto se erguía un enorme reloj de sol. Su sombra se extendía larga y delgada, apuntando a un grupo de símbolos tallados en la arena. A medida que Elara se acercaba, se dio cuenta de que los símbolos formaban un acertijo "No estoy vivo, pero crezco No tengo pulmones, pero necesito aire.
¿Qué soy?" Elara frunció el ceño, pensando intensamente. El reloj de sol parecía observarla en silencio, su sombra inmóvil. Entonces, la respuesta le vino como una chispa de luz. "¡Fuego!" exclamó. En el momento en que habló, el reloj de sol comenzó a brillar, y apareció un camino de piedras doradas que la guiaba fuera del desierto. A medida que lo seguía, el susurro regresó. "La curiosidad es el fuego de la mente, Elara. Nunca dejes que se apague. " El camino la llevó a la ciudad de linternas flotantes, donde miles de orbes brillantes flotaban perezosamente en el aire. La ciudad estaba viva con música suave y risas gentiles, pero no había personas a la vista. En cambio, las linternas parecían zumbir y bailar, como si estuvieran vivas.
Una linterna flotó hacia Elara, su luz parpadeando como un latido. Dentro, vio un pequeño pergamino. Lo desenrolló con cuidado y leyó "¿Qué es el conocimiento sin compartir? Enciende otra linterna para desbloquear el camino hacia adelante. " Elara miró a su alrededor y notó una linterna apagada en el suelo cercano. La recogió y la sostuvo cerca de la que brillaba. En el momento en que sus luces se tocaron, la linterna apagada cobró vida, su resplandor dorado uniéndose a los demás en el aire. Apareció un nuevo camino, este pavimentado con piedras que brillaban como la luz de las linternas. "El conocimiento brilla más cuando se comparte," dijo el susurro mientras Elara continuaba su camino. Su siguiente parada fue la biblioteca tallada en la montaña. Su entrada era un enorme arco, y dentro, estantes llenos de libros se extendían hasta donde alcanzaba la vista. En el centro de la biblioteca había un enorme reloj de arena, con sus arenas fluyendo constantemente de arriba hacia abajo.
Un libro yacía abierto sobre un pedestal frente al reloj de arena. Sus páginas estaban en blanco, pero a medida que Elara se acercaba, empezaron a aparecer palabras "El tiempo es un río, fluyendo sin fin Lo que haces con él da forma al mar. " Elara meditó sobre las palabras y luego miró el reloj de arena. Se dio cuenta de que si lo volteaba, las arenas comenzarían a fluir en la dirección contraria. Con cuidado, giró el reloj de arena. A medida que la arena comenzaba a caer, la biblioteca cobró vida. Los libros volaron de los estantes, abriéndose para revelar palabras brillantes e ilustraciones vívidas. Apareció una escalera que la llevaba hacia arriba. "El tiempo es tu recurso más valioso," dijo el susurro. "Gástalo sabiamente, y te llevará a grandes alturas. " Finalmente, Elara llegó al faro junto al mar.
Su luz era un brillante rayo que barría las olas, iluminando el horizonte. Dentro, una escalera en espiral subía, y en la parte superior, Elara encontró una habitación llena de mapas, estrellas y un enorme telescopio. El susurro habló una última vez. "Mira a través del telescopio, Elara, y dime qué ves. " Ella miró a través de la lente y contuvo la respiración. El telescopio revelaba no solo estrellas, sino mundos enteros planetas con colores que giraban, lunas con anillos brillantes, y galaxias distantes que centelleaban como joyas en la oscuridad. Era como si el universo mismo se hubiera abierto ante ella. "Es hermoso," susurró. "El universo es vasto y está lleno de maravillas," dijo el susurro. "Y también lo es tu mente.
Nunca dejes de explorar, preguntar y soñar, Elara. La noche te trajo aquí para recordarte eso. " A medida que las palabras se desvanecían, también lo hacían el faro y el mar. Elara sintió que la llevaban suavemente de regreso, de regreso a la suave hierba de su patio trasero. Cuando abrió los ojos, las estrellas aún brillaban sobre ella, y el viento aún llevaba el aroma a pino. Pero algo dentro de ella había cambiado. Desde esa noche, Elara llevó consigo las lecciones de su viaje. Persiguió el conocimiento con una pasión ardiente, compartió sus descubrimientos con otros, valoró su tiempo y nunca dejó de maravillarse ante el universo. La noche había susurrado sus relatos, y ella había escuchado. Y al hacerlo, encontró su lugar entre las estrellas.
Una suave voz melódica llamando su nombre.
A ver tierras lejanas y escuchar las historias de la noche.
Un mapa que mostraba el Camino de la Curiosidad.
La respuesta fue Fuego.
Encendió otra linterna para desbloquear el camino hacia adelante.
Que el tiempo es precioso y debe ser utilizado sabiamente.