Había una vez, en un pequeño pueblo rodeado de altos árboles y suaves colinas, un niño llamado Tim. Tim tenía seis años, con grandes ojos marrones y una cabeza llena de imaginación. Le encantaba jugar afuera con sus amigos durante el día, pero su momento favorito era la hora de dormir. No porque le gustara irse a dormir, no, Tim siempre sentía que había más diversión por tener, sino porque la hora de dormir significaba historias. Cada noche, su madre se sentaba al lado de su cama y le contaba maravillosos cuentos sobre tierras lejanas y criaturas mágicas.
Pero una noche, mientras Tim yacía acurrucado en su suave manta azul, algo inusual ocurrió. Su madre le dio un beso en la frente y susurró "Buenas noches, mi pequeño aventurero. Sueños dulces te esperan." Justo cuando estaba a punto de irse, se inclinó y agregó "Esta noche, deja que tus sueños te lleven a un lugar especial."
Tim estaba curioso. Nunca le habían dicho que dejara que sus sueños lo llevaran a algún lugar antes. ¿Qué podría querer decir su madre? Mientras ella salía silenciosamente de la habitación y apagaba la luz, la luz de la luna se filtraba a través de la ventana, proyectando un suave resplandor sobre su cama. Tim cerró los ojos e intentó imaginar qué tipo de aventura podría estar esperándole.
Antes de que se diera cuenta, Tim se quedó dormido, y fue entonces cuando comenzó la magia.
Se encontró en un hermoso bosque, pero este no era un bosque ordinario. Los árboles eran altos y plateados, sus hojas brillaban como estrellas. La hierba bajo sus pies resplandecía tenuemente, y el aire olía dulce, como flores floreciendo a la luz de la luna. Era de noche, y el cielo sobre él estaba lleno de estrellas titilantes, más brillantes de lo que había visto antes.
"¿Dónde estoy?" preguntó Tim en voz alta, mirando a su alrededor con asombro.
Justo entonces, un suave susurro provenía de los arbustos cercanos. Tim se dio la vuelta, y para su sorpresa, un pequeño conejo brillante saltó. No era un conejo cualquiera, este tenía un pelaje que brillaba como la luna, y sus ojos centelleaban como pequeñas estrellas.
"¡Hola, Tim!" dijo el conejo con una voz alegre. "Te hemos estado esperando."
Los ojos de Tim se ensancharon de asombro. "¿Tú... puedes hablar?"
"¡Por supuesto que puedo!" se rió el conejo. "Todo es posible aquí en la tierra de los sueños iluminados por la luna. Mi nombre es Lumi, y estoy aquí para guiarte en un viaje especial esta noche."
Tim sintió un cosquilleo de emoción en su pecho. "¿Un viaje especial? ¿A dónde vamos?"
Lumi movió su nariz brillante y dijo "Vamos a conocer a los Animales de la Luz de la Luna. Solo salen de noche, y tienen algo muy especial que mostrarte. Pero primero, debes creer en la magia de la noche."
Tim asintió con entusiasmo. "¡Creo!"
"Bien," dijo Lumi con una sonrisa. "Sígueme, y comenzaremos nuestra aventura."
Tim siguió a Lumi a través del bosque brillante, su corazón latiendo de emoción. Mientras caminaban, Tim notó más criaturas mágicas asomándose detrás de árboles y arbustos. Había mariposas brillantes que revoloteaban por el aire, dejando estelas de luz detrás de ellas, y búhos que ululaban suavemente con plumas que brillaban como pequeños diamantes. Todo el bosque parecía estar vivo con magia, y Tim no podía creer que formara parte de ello.
Después de una corta caminata, llegaron a un claro en el bosque. En el centro del claro había un árbol gigante, cuyas ramas se extendían alto hacia el cielo y su corteza brillaba con una suave luz plateada. Alrededor del árbol había animales como los que Tim nunca había visto antes. Había un ciervo majestuoso con astas brillantes, una tortuga anciana y sabia cuya concha brillaba como la luna misma, y una familia de zorros con pelaje que centelleaba en todos los tonos de azul.
"Estos son los Animales de la Luz de la Luna," dijo Lumi con orgullo. "Ellos mantienen viva la magia de la noche, y han estado esperando conocerte."
Tim dio un paso adelante, sus ojos abiertos de asombro. Todos los Animales de la Luz de la Luna se volvieron hacia él y sonrieron cálidamente.
"Bienvenido, Tim," dijo el ciervo, con una voz profunda y amable. "Te hemos estado observando, y esta noche queremos compartir un secreto contigo."
"¿Un secreto?" preguntó Tim, su curiosidad despertada. "¿Qué tipo de secreto?"
La tortuga anciana se acercó lentamente a Tim y dijo "El secreto de la noche es que no es algo de qué tener miedo. Verás, la noche guarda muchas maravillas y sueños. Es un momento para descansar, pero también para la imaginación y la magia. Cuando cierras los ojos, puedes vivir tantas aventuras como quieras, justo como lo estás haciendo ahora."
Tim pensó en esto. Siempre le había gustado la hora de dormir, pero nunca supo que la noche podría ser tan mágica.
"¿Pero qué pasa si tengo una pesadilla?" preguntó Tim. "A veces, la noche se siente un poco aterradora."
La familia de zorros se acercó, su pelaje azul brillando suavemente. "Ah," dijo la madre zorra, con voz suave. "Las pesadillas solo tienen poder si tú se lo permites. Pero si crees en la magia de la noche, como lo estás haciendo ahora, puedes convertir cualquier pesadilla en un buen sueño. Tú controlas tus sueños, Tim."
Tim sintió una ola de consuelo inundarlo. Nunca había pensado en los sueños de esa manera antes. Se dio cuenta de que, al igual que en el bosque mágico, podía elegir tener maravillosas aventuras cada vez que cerraba los ojos. La noche no era algo de lo que tener miedo, era algo que esperar con ilusión.
"Gracias," le dijo Tim a los Animales de la Luz de la Luna. "Ahora lo entiendo. La noche es tan mágica como el día."
El ciervo asintió. "Así es, Tim. Y recuerda, cada vez que cierras los ojos por la noche, estaremos aquí, manteniendo la magia viva para ti. Siempre serás bienvenido en la tierra de los sueños iluminados por la luna."
Tim sonrió, sintiéndose más feliz y valiente que nunca. Miró a su alrededor a los animales brillantes, los árboles centelleantes, y las estrellas titilantes. Esta fue una noche que nunca olvidaría.
Pero justo cuando estaba a punto de preguntar a Lumi qué harían a continuación, sintió una suave brisa, y el mundo que le rodeaba comenzó a desvanecerse. Los árboles brillantes, los animales mágicos, y el bosque centelleante desaparecieron lentamente, y pronto Tim se encontró de nuevo en su acogedora cama, la luz de la luna aún fluyendo a través de su ventana.
Abrió los ojos y sonrió para sí mismo. ¡Qué sueño tan asombroso había tenido! No se sintió triste por que hubiera terminado, porque ahora sabía que cada noche guardaba la promesa de una nueva aventura si simplemente creía en la magia de la noche.
Mientras Tim se acurrucaba más en su manta, sintiéndose cálido y seguro, susurró "Buenas noches, Lumi. Buenas noches, Animales de la Luz de la Luna. Los veré de nuevo pronto."
Y con eso, Tim se quedó dormido una vez más, sabiendo que la tierra de los sueños iluminados por la luna siempre lo estaría esperando.
Fin.